Novela romántica contemporánea: Colgada de tu Corazón

Estoy participando en el NanoWrimo2024 y, de momento, estoy contenta con los resultados que voy obteniendo. Ya tenía la idea sobre el proyecto que quería desarrollar y desde el 01 de noviembre hasta hoy, he lleado casi a 10.000 palabras.

El objetivo del NanoWrimo es escribir 50.000 palabras en el mes de noviembre. Hay logros, objetivos y premios para quién lo logra y grupos de trabajo para motivarse en grupo. Es el primer año que participo y me está resultando bastante interesante la experiencia.

Hoy quiero compartir uno de los capítulos que escribí para mi nueva novela romántica Colgada de tu Corazón. Además, con este fragmento participo en el #writtenpowersoul de #escribiendoconyvy. Esta semana he escogido yo la palabra: almizcle. PUEDES VER EL RETO AQUÍ.



Es una de mis palabras favoritas por su musicalidad, junto a almibar. Me ha costado un poco ver como introducirla en el texto, pero aquí te dejo el resultado para que me cuentes qué te parece. Por cierto, la novela completa puedes leerla a diario en Inkspired:


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¡COMENZAMOS!


CAPÍTULO 8 - COLGADA DE TU CORAZÓN

ESENCIA DE ALMIZCLE



Aquel restaurante era encantador. Parecía que aquel barrio estaba lleno de sorpresas, nunca se me hubiera ocurrido que encontraría locales de ese tipo en Malasaña. Tenía una idea preconcebida bastante diferente, como más alternativo tirando a grunge.

Me equivoqué. Estaba decorado con detalles en madera, plantas colgantes, manteles de cuadros y pinturas de ciudades icónicas ciudades de Italia. Además, olía de maravilla, un aroma suave, dulce y terroso se extendía por todo el local, mezclándose con el típico olor de la comida italiana.

Elena nos llevó a un pequeño reservado separado del resto de mesas por dos stores de madera cubiertos de enredaderas. En el centro de la mesa había un elegante candelabro de bronce con una vela blanca. Aquello me pareció excesivo dado que no éramos pareja, pero permanecí callada.

—¡Voilà! —exclamó Elena haciendo una reverencia.

—Ideal, Elena —sentenció Víctor sonriendo —. Como siempre, eres la mejor.

Se acercó y la besó en los labios. Ella sonrió y desvió la mirada hacia mí, guiñándome un ojo. No entendí si con complicidad o con orgullo, por la muestra de agradecimiento que acababa de recibir de mi peculiar acompañante.

La verdad, estaba algo descolocada después de aquello, pero intuí que Víctor, además de tener muchas amigas, tenía una extraña relación de amistad con ellas. No me pareció adecuado. Sin embargo, no éramos pareja, así que no tenía derecho a quejarme.

Cuando Elena se fue, él se acercó a mí y me invitó a sentarme retirando mi silla hacia atrás. Eso ya si que no...

—¿En serio? —pregunté levantando una ceja —¿También vamos a bailar un vals al finalizar la cena?

—Si es lo que deseas, no veo por qué no —respondió él con esa seguridad suya tan pasmosa.

Decidí no discutir, después de todo me estaba invitando a cenar. Así que aparté con delicadeza su silla y le invite a tomar asiento, él me miraba divertido mientras sacudía la cabeza. Finalmente, se rindió y dejó que le ayudase a tomar asiento.

—Eres increíble —murmuró entre risas, mientras me recorría con la mirada.

En aquel momento, apareció Elena con un difusor de esencias. Era lo último que esperaba ver allí. Era muy pequeño e intuí que funcionaba con pilas ya que no tenía ningún cable. Nos miró sonriendo y lo colocó junto a la vela.

—Es tu aroma favorito —anunció ella, al tiempo que lo encendía.

—Lo noté al entrar —susurró Víctor guiñándole un ojo —. Eres increíble, gracias.

Vaya, lo de ser increíble debía de ser algo recurrente entre sus amigas. Y yo no estaba segura de querer ser una más de la lista. Aquel aroma dulce inundó el ambiente, lo cierto es que olía de maravilla.

—¿Qué es? —pregunté, tratando de recuperar la compostura.

—Almizcle —dijo Elena, mientras se marchaba rumbo a la cocina.

—¿Almizcle? —pregunté intrigada. Era la primera vez que escuchaba aquella palabra, me gustó su musicalidad.

—Es una esencia utilizada para perfumería y cosmética de alta categoría —anunció él, al tiempo que me invitaba a tomar asiento con un leve movimiento de cabeza —. Además, es afrodisíaco.

—Ya me imaginaba... —musité, con un dejé de resignación en la voz.

Cogí la carta con indiferencia y empecé a leer aquel listado interminable de comida italiana. No entendía absolutamente nada, todo aquello estaba escrito en italiano. Debía de tratarse de una broma...

—¿Necesitas ayuda?

Cuando levanté la mirada, los ojos verdes de Víctor me observaban divertidos. Así que aquello era lo que esperaba. Presentarme a sus amigas, retirarme la silla, elegir mi cena... todo con aquella sonrisa que empezaba a ponerme nerviosa.

—Creo que ya no tengo apetito —dije, al tiempo que empezaba a levantarme de la silla.

—Espera —pidió él, con expresión sorprendida y un velo de culpabilidad ensombreciendo su rostro —. ¿Estás bien? ¿He hecho algo que te haya molestado?

—La pregunta correcta sería; qué has hecho que no me haya molestado —sentencié enfadada —. No sé si lo haces a drede o es que eres así, pero son pequeños detalles que me molestan y no tengo por qué aguantar, sobre todo viniendo de un desconocido.

Él me miraba sin entender, creo que era la primera vez que su estrategia de seducción no funcionaba. Pero es que no contaba con que, en ese momento, yo no iba buscando nada con él, solo sentía curiosidad por la forma en que me trataba, aún no me había enamorado. O eso pensaba.

—Si he hecho algo que te haya molestado, de verdad que lo siento mucho, Azzy —confesó mientras tomaba mi mano para evitar que me fuese —. Por favor, no te vayas, cena conmigo. Dame una segunda oportunidad.

—¿Una segunda oportunidad para qué? —interrogué sin entender nada.

¿Por qué se comportaba conmigo como si fuéramos pareja? Aquella incomprensible actitud suya sería la que tantos problemas y malos entendidos generaría entre nosotros. Y es que nunca terminé de entender su forma de ser, pensar y hacer. El motivo original de por qué hacía lo que hacía, siempre fue un misterio para mí.

—Me caes bien —susurró como si temiera que le escuchasen —. Me gustas. Creo que podemos ser buenos amigos.

—¿Qué te gusto? —pregunté alzando la voz —. Pero si me conoces de dos días, Víctor, por Dios. No entiendo nada.

—¿Y eso que tiene que ver? —preguntó, al tiempo que se levantaba y se ponía a mi lado.

Cuando llegó a mi altura, puso las manos sobre mis hombros y me acercó a él. Entonces noté que olía igual que el restaurante y aquella esencia. Olía a almizcle. Y entendí por qué Elena utilizaba aquel aroma en su restaurante. Me pareció patético.

—No tengo tiempo para esto —dije alejándome de él, me miró sorprendido. No estaba acostumbrado a que le dijeran que no.

—¿Me vas a dejar solo en la mesa? —preguntó con un matiz de sorpresa sincera en su voz.

—Eso parece —afirmé con seguridad, empezando a alejarme —. Mañana tengo clase. Gracias por invitarme, pero tendrá que ser en otra ocasión. Nos vemos en la tetería.

No contestó, podía sentir su mirada clavada en mi espalda mientras me alejaba. Pasé al lado de una asombrada Elena que me observó con la boca abierta, como si fuera la primera vez que veía como una chica dejaba plantado a su amigo, o lo que quiera que fueran.

Salí del restaurante, dejando atrás aquel perfume que se había adueñado de mis sentidos. Inspiré profundo hasta llenar de oxígeno mis pulmones y sonreí. Sí, había actuado bien, no podía dejar que un desconocido me vacilara a la cara.

Lo terrible fue que aquello era solo el principio de lo que estaba por venir.


Y déjame tu reseña, tu opinión es muy importante para mí.


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